Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.
Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura,
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...
Tieta, mi mama rubia, tu voz y tus risas se han ido, tu voz se ha a callado, pero siento que tu corazón nos seguirá siempre hablando. Un besito y descansa en paz
Ana mía, mi terremoto, aún no me creo que te hayas ido. Tengo la sensación que hoy mi vida empieza de nuevo sin ti. Aunque no estés, cogeré tu espíritu y como árbol cortado, me levantaré otra vez, aunque aquí voy a seguir aquí con mucha tristeza y con la esperanza de que algún día nos volvamos a encontrar, con la esperanza de que algún día vuelvas a mi. Te quiero mucho hermana mía. Un beso eterno