Tejo y destejo el tapiz de mi puzzle: verso a verso, puntada tras puntada, avanzo cada día para retroceder, borrar o deshacer, de nuevo, cada noche. Tejo y destejo ideas, estructuras, versos, palabras. Me adentro una y mil veces en ese laberinto que construyen pasillos y pasillos: autor, libro, poema, año, revista, verso, forma, tema... Infinitos recodos, y opciones, y salidas, si lograra saber cuál es la que realmente estoy buscando. ¿O lo he sabido siempre y sólo ahora, a un paso de terminar el puzzle y agotar la última prórroga (Antinoo exigirá ya pronto una respuesta), lo he olvidado?
Tejo y destejo el tapiz de mi puzzle, mientras veo pasar los días, como polvo dorado entre mis dedos, aguardando un momento, un suceso, algo que me diga que ya es realmente hora de acabar, de seguir mi camino, de cerrar esta etapa. Pero, ¿qué espero? Y sobre todo, ¿cuál es la decisión que trato de eludir? Penélope moderna sin Ulises recorriendo los mares que pueda rescatarla. Tan sólo yo y mi puzzle, y al otro lado los que esperan para verlo acabado. Pero tejo y destejo, verso, palabra, vida, sin saber lo que espero.
Ítaca es lo que importa, lo sé, pero no existe. Nómada desde niña, por vocación y por destino, sé que no pertenezco a ningún lugar. Mis alas susurran ya que es hora de alzar el vuelo y reiniciar el viaje. Todo lugar, intentan recordarme, será siempre de paso, al menos por ahora. ¿No anhelas el camino? ¿No añoras la aventura, el territorio ignoto, el viento entre las plumas de las alas? Penélope imposible, tu Ítaca es el cielo, no lo olvides...
Pero tejo y destejo, verso a verso, puntada tras puntada, el tapiz de mi vida. Ulises, cansado de esperar, ha izado ya las velas y ha elegido su ruta. Pero yo sigo aquí, palabra tras palabra, día y noche, esperando. ¿El qué? ¿Acaso temo que él no pueda encontrar el camino de vuelta? Si sé bien que su brújula siempre le marca el Norte... ¿Entonces? Es mi pequeña Ítaca, fugaz y acogedora, quien me ha domesticado. Y soy yo, en realidad, la que teme perderse: sé demasiado bien que nunca vuelves al lugar que dejas. ¿Lo pensaría Ulises antes de irse a la guerra? Que tal vez no hay camino de vuelta a la felicidad.
Odisea, escrita por Homero en el siglo VII a.J.C