Eras tan pequeño…, tan frágil,
que entre mis brazos te deshacías…
Mi mano casi abarcaba
todo tu cuerpecito…
Toda tu potencialidad
Se desplegaba ante mis ojos…
Mis pupilas se llenaban de maravilla…
¿Qué milagro vino a instalarse en mi regazo?
¿A fundirse con mi vida?
¿A succionar de mi seno el néctar blanco?
¿A alimentarse de mi Ser?
¿A llenar mi vida de ansias nuevas?
Ahora, llena de las certezas
que la vida me fue dando,
te veo, ya hombre,
hacedor de tu propio camino,
forjando otros destinos…